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M, segunda parte

mi cartera, a mi teléfono lo tenía castigado por que sólo él me escribía (tenía más mensajes de clientes y amigos pero no podía verlo entonces) así que no consideré llevarlo.
Me subí al coche y manejé hacia el centro comercial más grande que estuviera más cerca de mi casa: Perisur. Afortunadamente para mi no había ido muchas veces ahí con él así que no debía evitar muchos lugares. Todo se me hizo tan frío, tan inhumano, dentro del coche co convives con nadie de los de tu al rededor, para tomar el boleto de estacionamiento sólo estiras una mano, en cuanto entras a la plaza todo el mundo está en su mundo, en su carrera interna de satisfacer sus deseos materiales, tanto que no miran a su al rededor.
Yo parecía un zombie, sólo me movía por inercia, y por inercia llegué a una tienda de ropa American Eagle, ropa linda, un poco cara pero mi papá y amiga merecían lo mejor. Entré y como siempre le di una vuelta a la tienda viendo la ropa, se me hacía una tarea tan vacía, pero encontré un suéter para ella y un pantalón que le hubiera quedado muy bien a mi ex, ese pensamiento se fue tan rápido como llegó por que algo en mi cerebro gritó: -No mames! te puso el cuerno y ¿aquí estás pensando en regalarle algo por navidad? estas estúpida- y de inmediato pensé que el modelo de al lado le iba a encantar a mi papá. Busqué su talla y listo! Ahora a pagar y a buscar algo para mi mamá. Llegué a la fila que había para pasar a las cajas y de repente un chico en una caja del lado derecho me avisó que era mi turno, llegué lo ví y como un zombie automatizado le dije: -buenas tardes- sin ganas en realidad y casi escupiendo las palabras, pero saludar a las personas es un hábito que me inculcó mi papá no importando mi estado de humor. Total el chico tomo la ropa, la pasó por el escáner, la dobló rápido pero bien, la metió en una bolsa y me dijo el total, que sinceramente no recuerdo aun que probablemente ni le haya puesto atención, le pasé entonces mi tarjeta de crédito y me pidió un número de teléfono, cosa que no esperaba y en lo que no había pensado, y al buscar en mi memoria sólo pude recordar mi número celular, el que nunca doy a tiendas para que no me estén llamando, pero por más que lo intenté mi teléfono particular se borró de mi memoria, así que le pregunté: -te sirve el de mi celular?- y me contestó muy amable -claro- así que se lo dí, lo anotó y cuando terminó de escribir en lo que engrapaba mi ticket me dijo: -osea que si llamo a este número, ¿me vas a contestar tu?- -por supuesto- dije casi de inmediato, sin razonar nada y con el tono de que esa pregunta era algo obvia, me dió mi bolsa, se despidió de mi con un -gracias por tu visita, esperamos que regreses- que supongo es la despedida automatizada de la tienda y no recuerdo mirarlo de nuevo a los ojos antes de tomar mi bolsa y dirigirme hacia la puerta de la tienda y justo cuando la iba cruzando me cayó como agua fría el conocimiento del hecho que ese chico me estaba coqueteando, de otra manera ¿para qué habría hecho esa pregunta tan lógica?. Pero mi autodesprecio se hizo presente de inmediato y en mi cabeza una voz me dijo: -claro que no te coqueteaba, su trabajo es ser amable para que regreses, nadie en su sano juicio se fijaría en ti!- y en ese momento ese pensamiento tuvo toda la lógica del mundo así que fui por el regalo de mi mamá que igual compré rápido, me dirigí al coche y dentro de él comencé a sentir como siempre unas ganas enormes de llorar pero no lo hice, respiré profundo y me concentré en manejar de regreso a mi casa. Llegué y a penas entré sentí de nuevo el peso del mundo en mi espalda. Supuse que comprar los regalos había sido un avance enorme y decidí tirarme a mi depresión el resto del día, al día siguiente podría envolverlos y así ir saliendo poco a poco. Una pequeña parte de mi se preguntó ¿Qué pasaría si ese chico llamara por teléfono de nuevo? pero de nuevo ese pensamiento se borró por completo de mi mente.

Cuatro días después, me escribió un whats app, era 28 de noviembre y creí que era broma pero no. Me dijo que me le hacía conocida de algún lugar pero no sabía decirme de donde, y pensé que era una táctica para tener un pretexto para escribirme. Me invitó por unos tragos el siguiente jueves que era su día de descanso, aun que yo no tomo y se lo informé así que me dijo que por un café y no supe que contestarle... Continuará

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